En abril del 2010 ocurrió uno de los hechos más trágicos a nivel medioambiental de los últimos años. La compañía petrolera BP detectó una explosión en su plataforma del Golfo de México, lo cual produjo el peor derrame de petróleo de la historia de Estados Unidos.
El hecho fue muy bien cubierto por los medios y no cuesta mucho imaginar el daño medioambiental que causó el derrame de un total de 4.9 millones de barriles de petróleo sobre el golfo. Este 20 de abril se cumple un año de tan desastroso evento, y por ello nos preguntamos hoy ¿cómo están las cosas en el Golfo de México?
Las noticias no son halagadoras ni mucho menos. Los adversos efectos medioambientales de esta tragedia siguen haciéndose presentes, y sus efectos se sentirán durante años.
El petróleo está extendido cientos de millas hacia el interior del golfo, y llegó a alcanzar playas de Louisiana y Florida, arrasando con buena parte de los ecosistemas y nichos marinos del golfo.
Buena parte del petróleo que se derramó continúa flotando en las aguas de la región hasta el día de hoy, y se calcula que un 25% del total está en la superficie marina o ligeramente por debajo de ella.
Esto es un agente que atenta de forma severa contra las formas de vida marinas del lugar, y se han utilizado diversas estrategias para reducir el monto total de petróleo, siendo la quema de desechos y los disolventes químicos las dos más importantes. Obviamente, ninguna de las dos es muy respetuosa con los ecosistemas marinos.
Sea como sea, todavía no se ha podido matizar el daño causado por el derrame de BP. Estos datos demuestran cómo la situación aún no está controlada del todo, y cómo falta bastante tiempo para que lo esté.
Para no dramatizar las cosas (o para dramatizarlas mucho más, en realidad) recordamos esta perlita que nos regaló BP en su momento. Supuestamente los técnicos monitoreaban el Golfo, y orgullosamente BP difundía una fotografía con el trabajo de campo. Peeeero... En reaildad se trataba de un montaje de un avión estacionado con 2 actores ocupando el papel de técnicos ambientalistas... Increíble. ¿No lo creen?
(OjoCientífico)Las noticias no son halagadoras ni mucho menos. Los adversos efectos medioambientales de esta tragedia siguen haciéndose presentes, y sus efectos se sentirán durante años.
El petróleo está extendido cientos de millas hacia el interior del golfo, y llegó a alcanzar playas de Louisiana y Florida, arrasando con buena parte de los ecosistemas y nichos marinos del golfo.
Buena parte del petróleo que se derramó continúa flotando en las aguas de la región hasta el día de hoy, y se calcula que un 25% del total está en la superficie marina o ligeramente por debajo de ella.
Esto es un agente que atenta de forma severa contra las formas de vida marinas del lugar, y se han utilizado diversas estrategias para reducir el monto total de petróleo, siendo la quema de desechos y los disolventes químicos las dos más importantes. Obviamente, ninguna de las dos es muy respetuosa con los ecosistemas marinos.
Sea como sea, todavía no se ha podido matizar el daño causado por el derrame de BP. Estos datos demuestran cómo la situación aún no está controlada del todo, y cómo falta bastante tiempo para que lo esté.
Para no dramatizar las cosas (o para dramatizarlas mucho más, en realidad) recordamos esta perlita que nos regaló BP en su momento. Supuestamente los técnicos monitoreaban el Golfo, y orgullosamente BP difundía una fotografía con el trabajo de campo. Peeeero... En reaildad se trataba de un montaje de un avión estacionado con 2 actores ocupando el papel de técnicos ambientalistas... Increíble. ¿No lo creen?
EL GOLFO DE MÉXICO AÚN NADA EN CHAPAPOTE
Un año después de la tragedia de la ‘Deepwater Horizon', los expertos alertan de que muchos de sus efectos aún son desconocidos.
Hace mañana un año, concretamente a las 21.53 hora local, un escape de metano provocó una explosión en la plataforma Deepwater Horizon, operada por BP, que había empezado a perforar, a más de kilómetro y medio bajo el nivel del mar, el pozo conocido como Macondo 252, en el golfo de México.
Dos días más tarde, la plataforma se hundía en el océano causando la muerte de 11 trabajadores y la peor marea negra de la historia de Estados Unidos.
Durante tres meses, las autoridades lucharon por cerrar la brecha y acabar así con un escape que vertería casi cinco millones de barriles de crudo a las aguas ya contaminadas del golfo, causando lo que se temía fuera a ser una catástrofe ecológica sin precedentes en el delicado ecosistema de las costas de Luisiana, las más directamente afectadas, y los estados vecinos de Misisipi, Alabama y Florida.
Un año más tarde, el balance medioambiental y humano es bastante más complejo y, en algunos aspectos, más positivo de lo que cabía esperar, aunque en tan poco tiempo sólo puede ser un balance muy provisional. Provisional, sobre todo, por la falta de datos.
Tanto el Gobierno como BP mantienen secretos los resultados de sus investigaciones científicas de cara a la larga batalla legal que les espera para determinar responsabilidades financieras. Y, además, la naturaleza tiene su propio ritmo.
Tres años después de la catástrofe del Exxon Valdez en 1989 -que sólo vertió 257.000 barriles de petróleo en la bahía del Príncipe Guillermo, en Alaska- fue cuando desaparecieron los bancos de arenques de la zona. Es demasiado pronto para conocer la amplitud de los daños.
En algunos lugares no queda casi nada del líquido rojizo que mancilló el azul del océano. En otras, sobre todo en las marismas más delicadas, el rastro del petróleo todavía se ve y se huele.
METANO EVAPORADO
"Es un tremendo caos, pero no es el fin del mundo", asegura Edward Overton, experto medioambiental de la Universidad de Baton Rouge; "Mucha gente pensó que el Golfo no se repondría durante décadas, pero parece que no va a ser el caso".
Un estudio federal publicado el pasado febrero asegura que el 86% de los componentes cancerígenos de la mancha, sobre todo el metano, se han evaporado. El clima cálido y la complejidad del ecosistema del delta del Misisipi, muy rico en bacterias, habrían ayudado a descomponer los elementos químicos del escape. Es lo que han demostrado muchos estudios.
Pero una oceanógrafa independiente de la Universidad de Georgia, Samantha Joyce, asegura que el daño colateral es grande porque la bacteria que se ha comido el metano ha creado una capa grasienta que se ha depositado en el fondo del océano, ahogando los organismos que ahí viven.
Lo más peligroso es lo que no se ve. En algunas playas, el petróleo de BP está enterrado a más de 15 centímetros de profundidad en la arena y limpiarlo sería más complicado que dejarlo donde está.
En alta mar, donde el papel de muchas de las criaturas todavía sigue siendo un misterio para los científicos, las consecuencias del sedimento de los elementos más pesados del petróleo, el que no pudieron disolver los vertidos químicos, podría tener un efecto desconocido en la cadena alimenticia, asegura un antiguo experto de la NOAA (Agencia Oceánica y Atmosférica de EEUU), Steve Murawski.
Además, al tratarse de un escape a tanta profundidad, la presión disolvió el crudo en pequeñas partículas mucho más difíciles de detectar.
Se vertieron siete millones de litros de productos químicos para dispersar la mancha y, aunque la Agencia para la Protección del Medio Ambiente (en inglés, EPA) afirma que no han dejado rastros tóxicos significativos, otros especialistas aseguran que los agentes no se han degradado del todo.
La marea negra ha causado muchas víctimas entre la fauna de la zona. Un número considerable de delfines muertos ha aparecido en las costas afectadas, unos 300 desde la explosión, 60 de ellos neonatos, según los datos de la NOAA, aunque el fenómeno empezó a detectarse antes y no es seguro que esté directamente relacionado con la catástrofe.
Después del Exxon Valdez, se recuperaron los cadáveres de unas 30.000 aves, aunque se estimó el balance total en 250.000.
La National Audubon Society, que se ocupa de la protección de los pájaros, calcula que, extrapolando el mismo cálculo y a la vista de los 8.000 restos que se han encontrado en las playas afectadas por la marea negra, la cifra de aves afectadas podría superar las 24.000.
El petróleo enterrado, además, es particularmente peligroso para las tortugas marinas. Cinco de las siete especies que existen en el mundo anidan en las costas del Golfo y, aunque cientos de voluntarios consiguieron salvar unos 28.000 huevos y multitud de crías, no se conocerán realmente las repercusiones de la catástrofe hasta que alcancen la edad adulta y vuelvan a las costas, dentro de 20 años.
El cultivo de ostras de Luisiana, el primer productor de Estados Unidos, también se ha visto muy afectado, pero no tanto por el crudo sino por las toneladas de agua dulce del Misisipi que se desviaron al delta para combatir la marea negra.
El estado ha perdido la mitad de su producción y no espera recuperarse hasta bien entrado 2012. Y es que, a nivel humano, el balance es traumático. La distribución de compensaciones a la población local sólo acaba de empezar.
BP ya se ha gastado unos 16.000 millones de dólares en limpiar la costa, contratar a los pescadores locales y ayudar a los ayuntamientos de la zona, pero, como subrayaba un meticuloso trabajo de la web de investigación periodística Propublica, "como el Gobierno federal decidió ceder el control de las operaciones a BP, es imposible saber lo que realmente ha conseguido este dinero".
SIN CRITERIOS
El pasado junio, a petición del presidente Barack Obama, BP creó un fondo de compensación de 20.000 millones de dólares a repartir entre los afectados. Kenneth Feinberg, el hombre que se ocupó de otro polémico fondo de indemnización, el de las víctimas de los atentados del 11-S, lleva meses intentando sentar unos criterios básicos para evaluar las cantidades a entregar, y le está costando lo suyo.
"Lo único que ha escuchado son críticas -reconocía un reciente editorial de The New York Times-, algunas justificadas y constructivas, otras totalmente injustas. Hay días en los que el señor Feinberg debe de lamentar haber aceptado el puesto".
Unos 500.000 afectados han presentado sus casos y es sólo el principio. Luego habrá que calcular los daños punitivos. Exxon se ha pasado 20 años en los tribunales luchando contra las demandas.
El informe final de Washington sobre la explosión concluyó que el accidente no fue un episodio aislado provocado por "responsables deshonestos de la industria o del Gobierno", sino el resultado de un fallo "sistémico" de las explotaciones petrolíferas en aguas profundas.
El suceso no se habría producido de no haber sido por los errores de gestión de BP y sus dos principales empresas subcontratadas, Halliburton y Transocean, a las que el informe acusó de haber incurrido en "descuidos".
Según los expertos, las empresas no supieron evaluar los riesgos de las operaciones de la plataforma y no se comunicaron entre ellas.
(Público.es)
Dos días más tarde, la plataforma se hundía en el océano causando la muerte de 11 trabajadores y la peor marea negra de la historia de Estados Unidos.
Durante tres meses, las autoridades lucharon por cerrar la brecha y acabar así con un escape que vertería casi cinco millones de barriles de crudo a las aguas ya contaminadas del golfo, causando lo que se temía fuera a ser una catástrofe ecológica sin precedentes en el delicado ecosistema de las costas de Luisiana, las más directamente afectadas, y los estados vecinos de Misisipi, Alabama y Florida.
Un año más tarde, el balance medioambiental y humano es bastante más complejo y, en algunos aspectos, más positivo de lo que cabía esperar, aunque en tan poco tiempo sólo puede ser un balance muy provisional. Provisional, sobre todo, por la falta de datos.
Tanto el Gobierno como BP mantienen secretos los resultados de sus investigaciones científicas de cara a la larga batalla legal que les espera para determinar responsabilidades financieras. Y, además, la naturaleza tiene su propio ritmo.
Tres años después de la catástrofe del Exxon Valdez en 1989 -que sólo vertió 257.000 barriles de petróleo en la bahía del Príncipe Guillermo, en Alaska- fue cuando desaparecieron los bancos de arenques de la zona. Es demasiado pronto para conocer la amplitud de los daños.
En algunos lugares no queda casi nada del líquido rojizo que mancilló el azul del océano. En otras, sobre todo en las marismas más delicadas, el rastro del petróleo todavía se ve y se huele.
METANO EVAPORADO
"Es un tremendo caos, pero no es el fin del mundo", asegura Edward Overton, experto medioambiental de la Universidad de Baton Rouge; "Mucha gente pensó que el Golfo no se repondría durante décadas, pero parece que no va a ser el caso".
Un estudio federal publicado el pasado febrero asegura que el 86% de los componentes cancerígenos de la mancha, sobre todo el metano, se han evaporado. El clima cálido y la complejidad del ecosistema del delta del Misisipi, muy rico en bacterias, habrían ayudado a descomponer los elementos químicos del escape. Es lo que han demostrado muchos estudios.
Pero una oceanógrafa independiente de la Universidad de Georgia, Samantha Joyce, asegura que el daño colateral es grande porque la bacteria que se ha comido el metano ha creado una capa grasienta que se ha depositado en el fondo del océano, ahogando los organismos que ahí viven.
Lo más peligroso es lo que no se ve. En algunas playas, el petróleo de BP está enterrado a más de 15 centímetros de profundidad en la arena y limpiarlo sería más complicado que dejarlo donde está.
En alta mar, donde el papel de muchas de las criaturas todavía sigue siendo un misterio para los científicos, las consecuencias del sedimento de los elementos más pesados del petróleo, el que no pudieron disolver los vertidos químicos, podría tener un efecto desconocido en la cadena alimenticia, asegura un antiguo experto de la NOAA (Agencia Oceánica y Atmosférica de EEUU), Steve Murawski.
Además, al tratarse de un escape a tanta profundidad, la presión disolvió el crudo en pequeñas partículas mucho más difíciles de detectar.
Se vertieron siete millones de litros de productos químicos para dispersar la mancha y, aunque la Agencia para la Protección del Medio Ambiente (en inglés, EPA) afirma que no han dejado rastros tóxicos significativos, otros especialistas aseguran que los agentes no se han degradado del todo.
La marea negra ha causado muchas víctimas entre la fauna de la zona. Un número considerable de delfines muertos ha aparecido en las costas afectadas, unos 300 desde la explosión, 60 de ellos neonatos, según los datos de la NOAA, aunque el fenómeno empezó a detectarse antes y no es seguro que esté directamente relacionado con la catástrofe.
Después del Exxon Valdez, se recuperaron los cadáveres de unas 30.000 aves, aunque se estimó el balance total en 250.000.
La National Audubon Society, que se ocupa de la protección de los pájaros, calcula que, extrapolando el mismo cálculo y a la vista de los 8.000 restos que se han encontrado en las playas afectadas por la marea negra, la cifra de aves afectadas podría superar las 24.000.
El petróleo enterrado, además, es particularmente peligroso para las tortugas marinas. Cinco de las siete especies que existen en el mundo anidan en las costas del Golfo y, aunque cientos de voluntarios consiguieron salvar unos 28.000 huevos y multitud de crías, no se conocerán realmente las repercusiones de la catástrofe hasta que alcancen la edad adulta y vuelvan a las costas, dentro de 20 años.
El cultivo de ostras de Luisiana, el primer productor de Estados Unidos, también se ha visto muy afectado, pero no tanto por el crudo sino por las toneladas de agua dulce del Misisipi que se desviaron al delta para combatir la marea negra.
El estado ha perdido la mitad de su producción y no espera recuperarse hasta bien entrado 2012. Y es que, a nivel humano, el balance es traumático. La distribución de compensaciones a la población local sólo acaba de empezar.
BP ya se ha gastado unos 16.000 millones de dólares en limpiar la costa, contratar a los pescadores locales y ayudar a los ayuntamientos de la zona, pero, como subrayaba un meticuloso trabajo de la web de investigación periodística Propublica, "como el Gobierno federal decidió ceder el control de las operaciones a BP, es imposible saber lo que realmente ha conseguido este dinero".
SIN CRITERIOS
El pasado junio, a petición del presidente Barack Obama, BP creó un fondo de compensación de 20.000 millones de dólares a repartir entre los afectados. Kenneth Feinberg, el hombre que se ocupó de otro polémico fondo de indemnización, el de las víctimas de los atentados del 11-S, lleva meses intentando sentar unos criterios básicos para evaluar las cantidades a entregar, y le está costando lo suyo.
"Lo único que ha escuchado son críticas -reconocía un reciente editorial de The New York Times-, algunas justificadas y constructivas, otras totalmente injustas. Hay días en los que el señor Feinberg debe de lamentar haber aceptado el puesto".
Unos 500.000 afectados han presentado sus casos y es sólo el principio. Luego habrá que calcular los daños punitivos. Exxon se ha pasado 20 años en los tribunales luchando contra las demandas.
El informe final de Washington sobre la explosión concluyó que el accidente no fue un episodio aislado provocado por "responsables deshonestos de la industria o del Gobierno", sino el resultado de un fallo "sistémico" de las explotaciones petrolíferas en aguas profundas.
El suceso no se habría producido de no haber sido por los errores de gestión de BP y sus dos principales empresas subcontratadas, Halliburton y Transocean, a las que el informe acusó de haber incurrido en "descuidos".
Según los expertos, las empresas no supieron evaluar los riesgos de las operaciones de la plataforma y no se comunicaron entre ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario