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lunes, 19 de julio de 2010

ENCUESTA SOBRE CIENCIA Y RELIGIÓN


El pasado mes de mayo, el Center for Public Policy de la Virginia Commonwealth University (VCU), en colaboración con VCU Life Sciences, encargó una encuesta telefónica realizada sobre una muestra de 1.001 estadounidenses adultos acerca de sus ideas sobre la ciencia y los asuntos científicos (calentamiento global, evolución, investigación sobre células madre, etc.).

Las respuestas de los entrevistados se clasificaron según edad, nivel educativo y grado de religiosidad. Se pretendió que la encuesta, llevada a cabo por Princeton Data Source, fuera demográficamente representativa de los estadounidenses, con un intervalo de confianza del 95% y un margen de error del 3’7%. Puede obtenerse clicando aquí.

Puesto que el documento consta de 59 páginas, no pretendo comentar todos sus detalles, sino que me gustaría centrarme en algunos aspectos relativos a la evolución.

En primer lugar, ¿cuál es el estado de la “creencia” en la teoría de la evolución de los estadounidenses?

¿Cuál de las siguientes afirmaciones se acerca más a su concepción sobre el origen de la vida biológica: la vida biológica se desarrolló a lo largo del tiempo a partir de sustancia simples, pero Dios dirigió el proceso; la vida biológica se desarrolló a lo largo del tiempo a partir de sustancia simples, pero Dios no dirigió el proceso; Dios creó directamente la vida biológica en su forma actual en un momento determinado? [El orden de las respuestas era aleatorio para los distintos entrevistados].

Dios creó directamente la vida: 43%

La vida se desarrolló a lo largo del tiempo, pero Dios dirigió el proceso: 24%

La vida se desarrolló a lo largo del tiempo, pero Dios no dirigió el proceso: 18%

Ninguna/no sabe/no contesta: 16%

Estos resultados son congruentes con encuestas realizadas durante los últimos 25 años.

El 67% de los estadounidenses son creacionistas o creen que Dios dirigió la evolución; sólo el 18% acepta que la evolución es, como sostienen los biólogos, un proceso carente de dirección.

Entonces, ¿cuántos entrevistados saben algo acerca de la teoría de la evolución?

¿Cuánto ha escuchado o leído sobre la teoría de la evolución?

Mucho: 44%

Algo: 32%

Poco/nada: 23%

No sabe/no contesta: 2%

Ese 44% me parece muy alto, y sospecho que si se preguntara a la gente que explicara qué son la evolución o la selección natural, se descubriría que esa cifra es exagerada.

En esta misma línea, los siguientes resultados constituyen una sorpresa:

A partir de lo que usted ha escuchado o leído, ¿piensa que las evidencias que respaldan la teoría de la evolución son algo que tiene una gran aceptación dentro de la comunidad científica, o cree que los científicos manifiestan serias dudas al respecto?

Amplia aceptación: 53%

Muchos científicos tienen serias dudas: 31%

No sabe/no contesta: 16%

Si hay tanta gente que conoce bien la teoría de la evolución, resulta curioso que cerca de un tercio piense que los científicos albergan serias dudas sobre la misma.

A buen seguro esto refleja los sesgos religiosos de la gente o de lo que ha escuchado por parte de religiosos prominentes. Esto viene refrendado por lo siguiente:

En general, ¿considera usted que la teoría de la evolución choca con sus creencias religiosas, o considera que en su mayor parte es compatible con sus creencias religiosas? [De nuevo, el orden de las respuestas se presenta a los entrevistados aleatoriamente].

Choca con mis creencias: 42%

En su mayor parte es compatible: 43%

No sabe/no contesta: 16%

Este gran número de personas que considera que la teoría de la evolución colisiona con sus creencias religiosas resulta una mala noticia para quienes consideran filosóficamente posible la conciliación entre ciencia y religión [“accomodationists”].

Pero la respuesta de los “conciliadores” –al menos la de la National Academy of Sciences, el National Center for Science Education y la American Association for the Advancement of Science– es ésta: No comprendes cabalmente tu fe, pues de otro modo te darías cuenta de que no hay conflicto alguno.

Tienen ante sí una tarea teológica titánica.

¿Y qué piensan los estadounidenses de la religión, y en particular de la Biblia?

¿Cuál de las siguientes afirmaciones se acerca más a la descripción de su idea sobre la Biblia: la Biblia es la palabra de Dios; la Biblia es la palabra de Dios, pero no todo lo que dice debe tomarse literalmente; la Biblia es un libro escrito por seres humanos, y no la palabra de Dios?

La palabra de Dios: 40%

No todo debe tomarse literalmente: 34%

La Biblia fue escrita por seres humanos: 21%

No sabe/no contesta: 6%

Hay más personas que creen en la literalidad de la Biblia de las que podríamos pensar, pero sin duda esto explica por qué tanta gente considera que su fe entra en conflicto con la evolución.

Cabe desear a los conciliadores que tengan mucha suerte a la hora de convencer a esas personas de que la Biblia no es más que una metáfora.

Como se esperaba, las respuestas a las preguntas sobre la evolución tienen una fuerte correlación con su fe:

De quienes ven la Biblia como la palabra de Dios (378/1001), el 69% cree que Dios creó directamente la vida biológica en su forma actual, el 12% cree que la vida biológica se desarrolló a lo largo del tiempo pero dirigida por Dios, y sólo el 5% cree que no tiene dirección alguna (además del 14% que no sabe/ninguna de las anteriores).

De entre quienes ven la Biblia como la palabra de Dios, pero consideran que no debe tomarse en sentido literal (366), el 35% son creacionistas, el 42% evolucionistas teístas y el 11% considera que la evolución no tiene dirección alguna (el 11% no sabe/ninguna de las anteriores).

Y de entre los que consideran que la Biblia fue escrita por hombres (205), el 12% son creacionistas, el 18% acepta la evolución teísta y el 56% considera que la evolución no tiene dirección alguna (el 13% no sabe/ninguna de las anteriores).

Finalmente, existe una fuerte relación entre el modo en que se entiende la Biblia y en cómo se concibe el conflicto entre la teoría de la evolución y las propias creencias religiosas:

De quienes entienden la Biblia como la palabra de Dios, el 62% considera que la evolución choca con su fe, el 22% piensa que en su mayor parte son compatibles y el 17% no lo sabe.

De quienes entienden la Biblia como la palabra de Dios, pero consideran que no debe interpretarse de forma literal, el 35% considera que en su mayor parte son compatibles y el 12% no lo sabe.

Y de quienes piensan que la Biblia fue escrita por seres humanos, el 20% piensa que esto choca con su fe, el 68% lo considera compatible en su mayor parte y el 12% no lo sabe.

De lo cual se puede concluir que está claro que la aceptación de la teoría de la evolución depende en gran medida de la naturaleza y amplitud de la creencia religiosa.

Esto no sorprende a nadie (excepto, quizá, a algunos “conciliadores”). ¿Cómo puede abordarse este problema? Muchos científicos –tanto ateos como conciliadores– tratan de educar a la gente sobre qué es la teoría de la evolución y sobre las evidencias que la respaldan.

Tristemente, a tenor del declive en las últimas décadas en la aceptación de la teoría de la evolución, parece que esto no funciona demasiado bien.

Discrepamos con los conciliadores acerca de la estrategia a seguir. La técnica “conciliadora” consiste en aceptar que la gente es religiosa, pero a la vez convencerla de que la teoría de la evolución efectivamente no viola su fe.

Les deseamos mucha suerte con esto. Los ateos consideramos que la propia religión, y su inclinación inherente a la superstición y aceptación de formas de pensamiento irracionales, es la raíz no sólo de la negación de la evolución, sino de una miríada de dolencias que afligen a la sociedad.

Puede que nuestra estrategia sea más dura, pero tiene la virtud de desarraigar estos otros males. Como ha observado Sam Harris en su crítica al texto de Mooney y Kirshenbaum Unscientific America:

El objetivo no es simplemente que más estadounidenses acepten que la teoría de la evolución (o cualquier otra teoría) es cierta; el propósito es contribuir a que valoren los principios del razonamiento y la robustez argumental que permiten entender que la creencia actual en la evolución es verdadera.

Las dudas acerca de la evolución no son más que un síntoma de un problema subyacente; el problema radica en la fe (esto es, en la convicción sin razón suficiente, en la esperanza tomada como conocimiento, en las malas ideas blindadas respecto de las buenas, en las buenas ideas eclipsadas por las malas, en el pensamiento basado en deseos elevado al principio de salvación, etc.).

Moon y Kirshenbaum parecen creer que podemos hacer que las personas den valor a la honestidad intelectual mintiéndoles.

El autor: Jerry Allen Coyne es profesor de biología en el departamento de Ecología y Evolución de la Universidad de Chicago, dedicado principalmente a estudiar problemas de especiación y genética evolutiva.

Es uno de los más respetados críticos de la teoría del diseño inteligente, a la que considera “la última encarnación pseudocientífica del creacionismo religioso”.

Autor de Why Evolution is True (Oxford, 2009).

Fuente: MDZOL

LAS TRES PROFECIAS DE ARTHUR CLARKE

El autor de «2001: Una odisea en el espacio» formuló tres leyes científicas que han sobrepasado las fronteras de sus propia obra.
Isaac Asimov no es el único escritor de ciencia ficción que ha imaginado “leyes” capaces de sobrepasar las fronteras de su propia obra.

Arthur Clarke, autor de obras tan conocidas como “2001: Una odisea del espacio”, “El centinela” o “Cita con Rama”, formuló tres leyes referidas a la ciencia que frecuentemente son citadas o repetidas por colegas o científicos.

De ellas, seguramente la tercera es la más conocida: “cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.”

Muchos han sido los escritores de ciencia ficción que han incluido en sus obras artefactos, predicciones u otros elementos que luego se han convertido en realidad.



Isaac Asimov se ha hecho famoso por sus Tres Leyes de la Robótica, y otros han predicho desde la utilización de la información como medio de control de los ciudadanos (“1984”, de George Orwell) o la realidad virtual (“La invención de Morel”, de Adolfo Bioy Casares) hasta la bomba de neutrones (“Después de la bomba”, de Esteban Salazar Chapela).

Arthur Clarke también pertenece a este grupo de autores. Nació el 16 de diciembre de 1917, en Inglaterra, y desde muy pequeño mostró un gran interés por la astronomía, llegando a dibujar un mapa de la Luna utilizando un telescopio casero.

Durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en técnico en radares, y sirvió en la Royal Air Force (Real Fuerza Aérea), participando del desarrollo de un sistema de defensa por radar e instruyendo a los más jóvenes en esta especialidad.

Al final de la guerra, escribió un articulo técnico llamado “Extra-terrestrial Relays”, en el cual explica la forma en que los satélites artificiales de órbita geoestacionaria podrían facilitar las comunicaciones alrededor del mundo.

Este artículo le proporcionó gran fama, becas y reconocimientos, y dicha órbita se llama actualmente, en su honor, órbita Clarke. Más tarde escribiría una gran cantidad de cuentos y novelas que se convertirían en clásicos de la ciencia ficción.

Las tres leyes

A lo largo de sus obras, Arthur C. Clarke formuló tres leyes que con el paso del tiempo se hicieron famosas.



La primera de ellas apareció publicada por primera vez en el ensayo "Peligros de la profecía: la falta de imaginación" (Hazards of Prophecy: The Failure of Imagination), incluido en el de 1962 llamado "Perfiles del futuro"(Profiles of the Future), y dice “Cuando un anciano y decrépito científico afirma que algo es posible, probablemente está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, probablemente está equivocado”.

Hoy día algunos físicos como Michio Kaku (autor de “La física de lo imposible”) creen que la mayor parte de las situaciones o invenciones de las novelas y películas de ciencia ficción son posibles, y hasta aventura una posible fecha para que podamos acceder a ellas. Clarke opinaba lo mismo, pero casi 50 años antes.

La Segunda Ley de Clarke apareció en una edición revisada del mismo libro "Perfiles del futuro" editada en 1973. Allí, el escritor agregó que “La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse hacia lo imposible”.

Más que una Ley es un estímulo a la investigación y búsqueda de respuestas, sin importar lo largo o complejo que pueda parecer el camino a recorrer para lograrlo.

Por esa época también propuso su Tercera Ley, a la vez que anticipaba que no serían más que tres: “Si tres leyes fueron suficientes para Newton, modestamente he decido parar aquí”, dijo.

Esta Ley es seguramente la más conocida de las tres, y dice que “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

Al escribir esto, Clarke seguramente tenía en mente la existencia de civilizaciones extraterrestres muy avanzadas, o la civilización humana del futuro.

Con el tiempo suficiente se podrían desarrollar nueva tecnología, basadas en principios y teorías que hoy no podemos siquiera imaginar. Los productos elaborados por estas civilizaciones seguramente nos parecerían fruto de la magia y lo sobrenatural.

Basta con imaginar lo que sentiría un habitante de la Edad Media si fuese trasladado al mundo actual y se encontrase de pronto rodeado de aviones supersónicos, pantallas de LCD, teléfonos móviles, videojuegos o antibióticos para tener una idea de lo que estaba hablando Clarke.

Fuente: ABC.es