Incluso los elementos más fundamentales de la realidad física, el espacio y el tiempo, apoyan con firmeza las bases biocéntricas sobre el cosmos.
Según el biocentrismo, el tiempo no existe independientemente de la vida que percibimos. La realidad del tiempo ha estado durante mucho tiempo en tela de juicio por una extraña alianza de filósofos y físicos. Hace tiempo se sotenía que el pasado sólo existe como ideas en la mente, y que en el momento presente son hechos estrictamente neuroeléctricos. Los físicos, por su parte, aportan sus modelos de trabajo, desde Isaac Newton a las leyes de la mecánica cuántica, pero en realidad no describen la naturaleza del tiempo. La verdad es que no hay ninguna necesidad de una entidad real tiempo, ni desempeña un papel en cualquiera de sus ecuaciones. Cuando se habla de tiempo, inevitablemente se describe en términos de cambio. Pero el cambio no es lo mismo que el tiempo.
Para medir con precisión la posición de cualquier cosa, en cualquier instante, se encierra su movimiento en un fotograma estable, como el fotograma de una película. Por el contrario, tan pronto como se observa un movimiento, no puedes aislarlo en un fotograma, porque el movimiento es la suma de muchos fotogramas. La nitidez en un parámetro que induce a la imprecisión en el otro. Imagínese que está viendo una película de un torneo de tiro con arco. El arquero dispara una flecha que va volando. La cámara sigue la trayectoria de la punta de la flecha hacia el objetivo. De repente, el proyector se detiene en un solo fotograma dejando congelada la flecha. Te quedas mirando fijamente la imagen de una flecha en pleno vuelo. La pausa de la película te permite conocer la posición de la flecha con gran precisión, pero han perdido toda la información sobre su impulso [momentum]. Con ese fotograma no se va a ninguna parte, su trayectoria y su velocidad ya no son conocidas. Tal ambigüedad nos devuelve al principio de incertidumbre de Heisenberg, que describe que al medir la ubicación de una partícula subatómica pierdes la información intrínseca de su impulso, y viceversa.
Todo esto tiene mucho sentido desde una perspectiva biocéntrica. Todo lo que percibimos está activa y repetidamente siendo reconstruido dentro de nuestras cabezas en un torbellino de información organizada. El tiempo, en este sentido, puede definirse como la suma de los estados espaciales que ocurren en el interior de la mente. Entonces, ¿qué es real? Si la siguiente imagen mental es distinta a la última, entonces es diferente, y punto. Asociamos ese cambio a la palabra tiempo, pero eso no significa que exista una matriz invisible real en la que se produzcan cambios. Esto es sólo nuestra propia manera de darle sentido a las cosas. Vemos a nuestros seres queridos mayores y a los muertos y asumimos que una entidad externa llamado tiempo es el responsable de tamaño delito.
También existe una peculiar intangibilidad en el espacio. No podemos recogerlo y llevárnoslo al laboratorio. Como el tiempo, en nuestra opinión, el espacio ni es físico ni es ni real. Más bien, es un modo de interpretación y comprensión. Es parte del software mental de un animal que moldea sus sensaciones de los objetos multidimensionales.
La mayoría de nosotros todavía piensa como Newton, en lo tocante al espacio, se ve como una especie de vasto contenedor que no tiene paredes. Sin embargo, nuestra noción de espacio es falsa. ¿Contamos las distintas formas?
1. Las distancias entre los objetos mutan dependiendo de condiciones como la gravedad y la velocidad, según lo descrito por la relatividad de Einstein, de manera que no hay una distancia absoluta entre una cosa y otra.
2. El espacio vacío, según lo descrito por la mecánica cuántica, no está vacío, sino lleno de potenciales partículas y campos.
3. La teoría cuántica, incluso pone en duda la idea de que los objetos distantes estén realmente separados, ya que las partículas entrelazadas pueden actuar al unísono, aunque estén separadas por la anchura de una galaxia.
Abriendo la jaula
En la vida cotidiana, el espacio y el tiempo son inocuas ilusiones. El problema surge cuando al tratar estas cosas como esenciales e independientes, la ciencia asume un punto de vista erróneo para sus investigaciones sobre la naturaleza de la realidad. La mayoría de los investigadores todavía creen que pueden construir desde un lado de la naturaleza, de la física, pasando del otro lado, las condiciones de vida. Estos científicos están inclinados y entrenados en la obsesión de las descripciones matemáticas del mundo. Si después de salir del trabajo, ellos observaran con la misma seriedad un estanque y vieran los pececillos subir a la superficie. Esto peces, y los patos y los cormoranes ..., todos son parte de la gran respuesta [en otras palabras, que observen la vida].
Los recientes estudios de cuántica ayudan a ilustrar la nueva ciencia biocéntrica. No hace mucho tiempo, que Nicolas Gisin anunció un nuevo giro en su entrelazado experimento; en este caso, cree que los resultados podrían ser visibles a simple vista. En la Universidad de Viena, el trabajo de Anton Zeilinger con las grandes moléculas llamadas buckyballs [fulereno] empuja a la realidad cuántica más cerca del mundo macroscópico. En una emocionante extensión de este trabajo (a propuesta de Roger Penrose, el famoso físico de Oxford), no sólo con la luz, sino con un pequeño espejo reflectante que se convierte en parte de un entrelazado sistema cuántico, de unos miles de millones de veces más grande que un buckyball. Si el experimento propuesto confirma la idea de Penrose, también confirmará que los efectos cuánticos se aplican a los objetos en la escala humana.
El biocentrismo debe abrir esas jaulas en las que la ciencia occidental se ha confinado involuntariamente. Al permitir que el observador entre en la ecuación, se deberían abrir nuevos enfoques para entender la cognición, desde descubrir la naturaleza de la conciencia al desarrollo de máquinas pensantes que experimenten el mundo de la misma manera que nosotros lo hacemos. El biocentrismo también puede proporcionar una base mayor para solucionar problemas relacionados con la física cuántica y el Big Bang. Aceptar el espacio y el tiempo como formas de percepción sensitiva animal (es decir, biológica), y no como objetos físicos externos, ofrece una nueva forma de entender el Todo, desde el micromundo (por ejemplo, la razón de esos resultados tan extraños en el experimento de las dos rendijas), a las fuerzas, las constantes, y las leyes que conforman el universo. Como mínimo, debería contribuir a poner fin a esos callejones sin salida como la teoría de las cuerdas.
Por encima de todo, el biocentrismo ofrece el camino más prometedor para toda la física, solucionar lo que los científicos han estado tratando de hacer, sin éxito, desde Einstein, la teoría de campo unificada. Mientras no se reconozca el papel fundamental de la biología, nuestros intentos de unificar realmente el universo seguirá siendo un tren a ninguna parte.
http://bitnavegante.blogspot.com/2009/06/la-teoria-del-universo-biocentrico-la.html