En el centro de la teoría de la conspiración está la desinformación, y quizás la verdadera conspiración sea la conspiración para que creamos en una conspiración.
Esto es lo que podemos entreleer en la fascinante novela de Umberto Eco, El Cementerio de Praga.
El Cementerio de Praga traza –con un método de docuficción- la gestación del famoso texto apócrifo de Los Protocolos de los Sabios de Sión, una de las fuentes principales de la conspiración judeomasónica mundial, que fue usada por el partido Nazi propagandísticamente.
En la novela esta conjura, este meta-momento, ocurre en el Cementerio de Praga, donde una serie de rabinos discute abiertamente sus planes maquiavélicos de controlar al mundo manipulando a las masas con la usura, la prensa, los mercados búrsatiles, etc.
Este espisodio en la novela es reciclado de manera fantástica para acomodar la idiosincracia de aquellos que necesitan políticamente una conspiración –un enemigo- que combatir (algo totalmente vigente con la guerra contra el terrorismo).
Vemos entonces aparecer elementos más sensaconalistas, como los ritos satánicos, las cabezas humanas, las orgias (sólo faltan las entidades extarterrestres, pero estamos en el siglo 19).
La gestación de este texto, comprado por rusos, alemanes y jesuítas, se da, de manera inescupulosa, combinando material de novelas, cartas incendiarias y panfletos politicos, editando la historia para que el lector vea reflejado en sus páginas sus creencias más radicales, confirmados sus odios (y sus dioses).
El genial y repulsivo amanuenese de esta obra colectiva de conspiración mundial, el Capitán Simonini, descubre que para falsificar doumentos, si bien es necesario investigar y documentarse para crear una ambientación suficientemente real, es necesario incluir un justo medio de elementos fantásticos, tomados de la ficción, algo “nuevo”, para que el lector no sospeche que el documento se ajusta demasiado a lo que ya sabía sobre el caso –a sus preconceptos- y a la vez otorgue el beneficio de la duda y la elongación de la fasinación por lo desconocido (que en realidad sólo es una extension –superchería- de sus preconceptos). Es un oficio psicologista.
Pero la intencíon de este artículo no es hacer una crítica literaria de “El Cementerio de Praga”, sino insertar este texto, sobre la conspiración a finales del siglo XIX, dentro del paradigma conspiracionista actual.
La lectura de El Cementerio de Praga, debería de ser obligatoria para todas las personas que consumen teorías de la conspiración en Internet.
Después de leer sobre personajes como el Capitan Simonini o Leo Taxil (quien redacta libros sobre la masonería y el luciferanismo), habría que releer a David Icke, a Alex Jones, o a personajes aún más inverosímiles como Sorcha Faal, supuesto whistleblower de los Iluminati.
El trabajo de Eco de investigación histórica muestra como muchos de los textos conspiratorios fueron redactados a petición de ciertas fuerzas políticas y religiosas (los jesuitas, los masones, la policía, etc.).
Esto es, son textos de desinformación expedita que, como los Protocolos, son tomados como documentos oficiales, confesiones reales o material no-ficción. ¿Acaso ha desaparecido esta práctica?
No es sólo la ingenuidad de las personas que leen estos textos o el deseo de ver reflejado en un documento estructurado con supuesta información fidedigna sus profundas creencias conspiranoicas, es también la labor meticulosa de agencias de inteligencia, que transforman la historia en una lucha entre diferentes naciones, credos, grupos socioeconómicos o sociedades secretas, bajo su taimada manufactura.
La historia no es solo una metaficción que padecemos, es una metaficción dirigida, orquestada, por diversas facciones en oposición. ¿Existe una supraconspiración, un grupo plenipotente en la sombra: los judíos, los masones, los iluminati, los jesuitas, y ahora los extraterrestres, que manipulan las riendas, quizás hasta el punto de que creamos que son los otros?
Es difícil aseverarlo y ciertamente no hay pruebas, o las pruebas son tan endebles como un nuevo “protocolo” escrito por un ex periodista deportivo que señala que en realidad los más altos politicos usan trajes de humano de spandex para ocultar sus cuerpos de reptil y que diseñan una Matrix holográfica para atraparnos en la la holusión.
Pero tampoco podemos ir hasta el otro extremo y decir que no existe una conspiración.
Es más, la prueba de que existen las conspiraciones, es justamente el hecho de que existan libros como los Protocolos de los Sabios de Sión. La conspiración para que creamos en una conspiración.
Actualmente la gran conspiración mundial –como el Capitán Simonini bien sabía- ha necesitado introducir nuevos elementos, más en sintonía con nuestra era de exploración especial y alta tecnología. La nueva conspiración mundial, si bien retiene elementos sionistas y masónicos, incluye actualmente a los extraterrestres.
En el libro “The Stargate Conspiracy” (Picknett,L. Prince,C) se expone la participación de la CIA en programas secretos de canalización de entidades extraterrestres y se documenta la influencia de la agencia en el establecimiento de la creencia –difundida actualmente más o menos de manera masiva- de que los dioses de la antiguedad y los constructores de las pirámides de Egipto son entidades extraterrestres.
Tenemos la fascinante figura del científico y parapsicólogo Andrija Puharich (quien trabajara en canalizar las ondas electromagnéticas debiles del cerebro) un hombre ligado a la CIA y la Fuerza Naval, que trabajó en proyectos con Uri Geller y diferentes mentalistas.
Bajo la batuta de Puharich se realizaron las canalizaciones del Consejo de los Nueve, una serie de supuestas inteligencias extraterrestres –los mismos dioses egipcios- con un mensaje a la humanidad.
Entre los seguidores de los Nueve, estaban la millonaria familia de los Bronfmans, miembros de la realeza europea, científicos del Stanford Research Instinitute, autores del new age como J.J. Hurtak y otros prominentes miembros de la sociedad.
Los autores de “The Stargate Conspiracy” creen que la CIA por alguna razón desconocida ha sistemáticamente fomentado la creencia en seres extraterrestres.
¿Acaso por qué la CIA usa a estas personas, como era usado Simonini por la policía francesa, para beneficiarse de la creencia en una conspiración cósmica, en un estado de ánimo provocado por esta creencia, o en una futura coyuntura donde esta creencia puede ser usada para llevar agua a su molino? ¿O tal vez es la CIA usada por estas entidades extraterrestres?
El libro The Mirage Man: A Journey in Disinformation, Paranoia and UFOs, escrito por Mark Pilkington, expone la teoría de que los OVNIs y la cultura alrededor son parte de un proyecto secreto del gobierno de Estados Unidos y agencias a su interior.
Según Pilkington, la campaña para promover la idea de los OVNIs fue formulada en los 50s por el jefe de la CIA, Allen Welsh Dulles, aunque recientemente la mayoría de los documentos falsos filtrados e historias sobre extraterrestres vienen de la oficina de investigaciones especiales de la fuerza aérea (AFOSI).
Actualmente, el internet conspiratorio está dividido en torno al 2012 y el supuesto cambio de era. Muchas personas creen que la fiebre apocalíptica y el florecimento del new age –y las canalizaciones de entidades extraterrestres con mensajes relacionados a un cambio de era- es parte de una conspiración de desinformación (o simplemente de desinformación en torno a procesos cósmicos y al calendario maya).
Muchos ven en el 2012 y en este momento en la historia la culminación de esta operación encubierta de desinformación, la radicalización de las creencias religiosas y mesiánicas, recanalizadas como un arma de control mental en la ópera espacial del Fin del Mundo.
Otros creen que esto en realidad esta sucediendo, que existe una especie de conspiración luminosa que está por sobreponerse a la gran conspiración oscura. De lo único que no hay duda es que –más allá de que algo de esto pueda ser cierto- la desinformación impera.
Entre el caos, la sobeinformación de la era digital, la manipulación de los medios, y la posible implementación de programas de desinformación por parte de agencias de inteligencia, aspirar a la verdad en estos temas es casi utópico (o el fruto del discernimiento espiritual, más allá de la razón).
(En este confuso entramado ¿cómo saber que mismo Eco al escribir “Los Cementerios de Praga”, no está haciendo la labor de un agente de desinformación y así ad infinitum?)
La intención de este artículo no es sesgar la opinion hacia tal o cual conspiración, sino hacer consciente el proceso de desinformación en el que vivimos.
La cultura es una operación psicológica, dice Aeolius Kephas, haciendo referencia a los programas de guerra psicológica de la CIA. La información es siempre programación mental, seamos o no conscientes de esto. Lo que creemos es lo que vemos, generalmente, y la información que consumimos se cosifica.
Aunque podamos tener una parte angelical o divina, tenemos en gran medida una parte robótica, somos, en palabras, de John Lilly, biocomputadoras. En este sentido habría que ser conscientes de los programas informáticos que recibimos y remover los que no queremos de forma activa.
No solo la conspiración de que los judíos dominan el mundo, o de que somos esclavos de lagartijas gigantes de Orión, la información que nos moldea todos los días, el consumismo, el capitalismo, la cultura de las celebridades, la cultura del entretenimiento, etc. todos estos también son programas de desinformación (en ocasiones hasta la ciencia) que transforman la forma en la que construimos y experimentamos la realidad.
Sin negar que somos seres culturales, que construimos nuestro significado de forma colectiva, dentro de la red de signos, tal vez si nos desprendemos un poco de todos estos programas –enajenantes- podremos estar más cerca de aquella frase inscrita en el Oráculo de Delfos que relumbra a través de la historia, “Conócete a ti mismo”, y así tal vez sabremos quién está detrás de la Gran Conspiración Mundial.
“El problema con la teoría de la conspiración es creer que existe un grupo particular de seres humanos que están en control de mi destino. Ese es un extremo filosófico al cual no quiero llegar. Por otra parte es obvio que las personas sí conspiran. Existen conspiraciones, fuerzas secretas detrás de los espectáculos externos de poder político.
Está claro que no existe ningún sólo político en Estados Unidos que tenga poder verdadero. Están simplemente trabajando para las grandes corporaciones e intereses económicos como el petróleo, o el mercado global en sí mismo.
El mejor modelo es que existen muchas, al menos varias conspiraciones que se entrelazan, que compiten, se funden y se separan de sí. Si queremos saber qué está pasando, si quieres entender la historia como está sucediendo deberías de saber algo de estas conspiraciones. De nuevo, la conciencia crítica es útil aquí”. -Hakim Bey
Esto es lo que podemos entreleer en la fascinante novela de Umberto Eco, El Cementerio de Praga.
El Cementerio de Praga traza –con un método de docuficción- la gestación del famoso texto apócrifo de Los Protocolos de los Sabios de Sión, una de las fuentes principales de la conspiración judeomasónica mundial, que fue usada por el partido Nazi propagandísticamente.
En la novela esta conjura, este meta-momento, ocurre en el Cementerio de Praga, donde una serie de rabinos discute abiertamente sus planes maquiavélicos de controlar al mundo manipulando a las masas con la usura, la prensa, los mercados búrsatiles, etc.
Este espisodio en la novela es reciclado de manera fantástica para acomodar la idiosincracia de aquellos que necesitan políticamente una conspiración –un enemigo- que combatir (algo totalmente vigente con la guerra contra el terrorismo).
Vemos entonces aparecer elementos más sensaconalistas, como los ritos satánicos, las cabezas humanas, las orgias (sólo faltan las entidades extarterrestres, pero estamos en el siglo 19).
La gestación de este texto, comprado por rusos, alemanes y jesuítas, se da, de manera inescupulosa, combinando material de novelas, cartas incendiarias y panfletos politicos, editando la historia para que el lector vea reflejado en sus páginas sus creencias más radicales, confirmados sus odios (y sus dioses).
El genial y repulsivo amanuenese de esta obra colectiva de conspiración mundial, el Capitán Simonini, descubre que para falsificar doumentos, si bien es necesario investigar y documentarse para crear una ambientación suficientemente real, es necesario incluir un justo medio de elementos fantásticos, tomados de la ficción, algo “nuevo”, para que el lector no sospeche que el documento se ajusta demasiado a lo que ya sabía sobre el caso –a sus preconceptos- y a la vez otorgue el beneficio de la duda y la elongación de la fasinación por lo desconocido (que en realidad sólo es una extension –superchería- de sus preconceptos). Es un oficio psicologista.
Pero la intencíon de este artículo no es hacer una crítica literaria de “El Cementerio de Praga”, sino insertar este texto, sobre la conspiración a finales del siglo XIX, dentro del paradigma conspiracionista actual.
La lectura de El Cementerio de Praga, debería de ser obligatoria para todas las personas que consumen teorías de la conspiración en Internet.
Después de leer sobre personajes como el Capitan Simonini o Leo Taxil (quien redacta libros sobre la masonería y el luciferanismo), habría que releer a David Icke, a Alex Jones, o a personajes aún más inverosímiles como Sorcha Faal, supuesto whistleblower de los Iluminati.
El trabajo de Eco de investigación histórica muestra como muchos de los textos conspiratorios fueron redactados a petición de ciertas fuerzas políticas y religiosas (los jesuitas, los masones, la policía, etc.).
Esto es, son textos de desinformación expedita que, como los Protocolos, son tomados como documentos oficiales, confesiones reales o material no-ficción. ¿Acaso ha desaparecido esta práctica?
No es sólo la ingenuidad de las personas que leen estos textos o el deseo de ver reflejado en un documento estructurado con supuesta información fidedigna sus profundas creencias conspiranoicas, es también la labor meticulosa de agencias de inteligencia, que transforman la historia en una lucha entre diferentes naciones, credos, grupos socioeconómicos o sociedades secretas, bajo su taimada manufactura.
La historia no es solo una metaficción que padecemos, es una metaficción dirigida, orquestada, por diversas facciones en oposición. ¿Existe una supraconspiración, un grupo plenipotente en la sombra: los judíos, los masones, los iluminati, los jesuitas, y ahora los extraterrestres, que manipulan las riendas, quizás hasta el punto de que creamos que son los otros?
Es difícil aseverarlo y ciertamente no hay pruebas, o las pruebas son tan endebles como un nuevo “protocolo” escrito por un ex periodista deportivo que señala que en realidad los más altos politicos usan trajes de humano de spandex para ocultar sus cuerpos de reptil y que diseñan una Matrix holográfica para atraparnos en la la holusión.
Pero tampoco podemos ir hasta el otro extremo y decir que no existe una conspiración.
Es más, la prueba de que existen las conspiraciones, es justamente el hecho de que existan libros como los Protocolos de los Sabios de Sión. La conspiración para que creamos en una conspiración.
Actualmente la gran conspiración mundial –como el Capitán Simonini bien sabía- ha necesitado introducir nuevos elementos, más en sintonía con nuestra era de exploración especial y alta tecnología. La nueva conspiración mundial, si bien retiene elementos sionistas y masónicos, incluye actualmente a los extraterrestres.
En el libro “The Stargate Conspiracy” (Picknett,L. Prince,C) se expone la participación de la CIA en programas secretos de canalización de entidades extraterrestres y se documenta la influencia de la agencia en el establecimiento de la creencia –difundida actualmente más o menos de manera masiva- de que los dioses de la antiguedad y los constructores de las pirámides de Egipto son entidades extraterrestres.
Tenemos la fascinante figura del científico y parapsicólogo Andrija Puharich (quien trabajara en canalizar las ondas electromagnéticas debiles del cerebro) un hombre ligado a la CIA y la Fuerza Naval, que trabajó en proyectos con Uri Geller y diferentes mentalistas.
Bajo la batuta de Puharich se realizaron las canalizaciones del Consejo de los Nueve, una serie de supuestas inteligencias extraterrestres –los mismos dioses egipcios- con un mensaje a la humanidad.
Entre los seguidores de los Nueve, estaban la millonaria familia de los Bronfmans, miembros de la realeza europea, científicos del Stanford Research Instinitute, autores del new age como J.J. Hurtak y otros prominentes miembros de la sociedad.
Los autores de “The Stargate Conspiracy” creen que la CIA por alguna razón desconocida ha sistemáticamente fomentado la creencia en seres extraterrestres.
¿Acaso por qué la CIA usa a estas personas, como era usado Simonini por la policía francesa, para beneficiarse de la creencia en una conspiración cósmica, en un estado de ánimo provocado por esta creencia, o en una futura coyuntura donde esta creencia puede ser usada para llevar agua a su molino? ¿O tal vez es la CIA usada por estas entidades extraterrestres?
El libro The Mirage Man: A Journey in Disinformation, Paranoia and UFOs, escrito por Mark Pilkington, expone la teoría de que los OVNIs y la cultura alrededor son parte de un proyecto secreto del gobierno de Estados Unidos y agencias a su interior.
Según Pilkington, la campaña para promover la idea de los OVNIs fue formulada en los 50s por el jefe de la CIA, Allen Welsh Dulles, aunque recientemente la mayoría de los documentos falsos filtrados e historias sobre extraterrestres vienen de la oficina de investigaciones especiales de la fuerza aérea (AFOSI).
Actualmente, el internet conspiratorio está dividido en torno al 2012 y el supuesto cambio de era. Muchas personas creen que la fiebre apocalíptica y el florecimento del new age –y las canalizaciones de entidades extraterrestres con mensajes relacionados a un cambio de era- es parte de una conspiración de desinformación (o simplemente de desinformación en torno a procesos cósmicos y al calendario maya).
Muchos ven en el 2012 y en este momento en la historia la culminación de esta operación encubierta de desinformación, la radicalización de las creencias religiosas y mesiánicas, recanalizadas como un arma de control mental en la ópera espacial del Fin del Mundo.
Otros creen que esto en realidad esta sucediendo, que existe una especie de conspiración luminosa que está por sobreponerse a la gran conspiración oscura. De lo único que no hay duda es que –más allá de que algo de esto pueda ser cierto- la desinformación impera.
Entre el caos, la sobeinformación de la era digital, la manipulación de los medios, y la posible implementación de programas de desinformación por parte de agencias de inteligencia, aspirar a la verdad en estos temas es casi utópico (o el fruto del discernimiento espiritual, más allá de la razón).
(En este confuso entramado ¿cómo saber que mismo Eco al escribir “Los Cementerios de Praga”, no está haciendo la labor de un agente de desinformación y así ad infinitum?)
La intención de este artículo no es sesgar la opinion hacia tal o cual conspiración, sino hacer consciente el proceso de desinformación en el que vivimos.
La cultura es una operación psicológica, dice Aeolius Kephas, haciendo referencia a los programas de guerra psicológica de la CIA. La información es siempre programación mental, seamos o no conscientes de esto. Lo que creemos es lo que vemos, generalmente, y la información que consumimos se cosifica.
Aunque podamos tener una parte angelical o divina, tenemos en gran medida una parte robótica, somos, en palabras, de John Lilly, biocomputadoras. En este sentido habría que ser conscientes de los programas informáticos que recibimos y remover los que no queremos de forma activa.
No solo la conspiración de que los judíos dominan el mundo, o de que somos esclavos de lagartijas gigantes de Orión, la información que nos moldea todos los días, el consumismo, el capitalismo, la cultura de las celebridades, la cultura del entretenimiento, etc. todos estos también son programas de desinformación (en ocasiones hasta la ciencia) que transforman la forma en la que construimos y experimentamos la realidad.
Sin negar que somos seres culturales, que construimos nuestro significado de forma colectiva, dentro de la red de signos, tal vez si nos desprendemos un poco de todos estos programas –enajenantes- podremos estar más cerca de aquella frase inscrita en el Oráculo de Delfos que relumbra a través de la historia, “Conócete a ti mismo”, y así tal vez sabremos quién está detrás de la Gran Conspiración Mundial.
“El problema con la teoría de la conspiración es creer que existe un grupo particular de seres humanos que están en control de mi destino. Ese es un extremo filosófico al cual no quiero llegar. Por otra parte es obvio que las personas sí conspiran. Existen conspiraciones, fuerzas secretas detrás de los espectáculos externos de poder político.
Está claro que no existe ningún sólo político en Estados Unidos que tenga poder verdadero. Están simplemente trabajando para las grandes corporaciones e intereses económicos como el petróleo, o el mercado global en sí mismo.
El mejor modelo es que existen muchas, al menos varias conspiraciones que se entrelazan, que compiten, se funden y se separan de sí. Si queremos saber qué está pasando, si quieres entender la historia como está sucediendo deberías de saber algo de estas conspiraciones. De nuevo, la conciencia crítica es útil aquí”. -Hakim Bey
Fuente: Pijamasurf
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